Snif... Se terminó el Mundial

Ayer terminó el mundial… Y aunque mis oídos sigan zumbando por el arrullador y a la vez estridente sonido del as vuvuselas y mi corazón recibiendo pre infartos por cada gol errado o recibido por la albirroja, se que te voy a extrañar Sudáfrica.

Por eso con el Waka Waka sonando de fondo,  las caderas de Shakira moviéndose en mi mente y los raros rebotes de la Jabulani dejando tras de sí muchos arqueros tirados en el piso, solo me quedan escribir estas líneas para despedir uno de los mayores eventos de los últimos tiempos.

Atrás quedarán esos días en que me despertaba a las 7 de la mañana de un domingo, y no para ir a la misa, sino para ver los partidos, sin importarme quien jugase, sino por el solo hecho de “ver el mundial”, así me di cuenta de que existían dos Coreas, la del Norte y la del Sur (la diferencia está en que unos abren un poquito más los ojos que los otros, te toca adivinar cuál es cual); descubrí que la Naranja Mecánica no era un cítrico robótico (podría Paraguay ser la Mandarina  electrónica?); que los Yanquis no solo rapean, juegan básquet y hacen guerras, sino que también saben algo de futbol y que si sos la selección campeona defensora, nada tenés que hacer si te sale la gran albirroja en tu camino.

Me aprendí los nombres de casi 500 ñatos y sus respectivas posiciones en sus equipos, así como los colores de sus camisetas, incluso las alternativas, pasatiempos favoritos y hasta como se llamaban sus novias; me pasé viendo resumen por resumen en cualquier canal que mostrase algo del mundial, y casi aprendí japonés para poder saber que pensaban los orientales acerca de nuestra selección.

Me olvide de mi señora (hasta hoy no la encuentro), me olvide de comer, me olvide de trabajar (bueno eso es normal), hasta olvidé en qué lugar vivía, porque mi cerebro se mudó a Sudáfrica. Mi camiseta roja y blanca se convirtió en una segunda piel y ahora no me la puedo sacar (porque quedó pegada por no bañarme un mes), mientras miraba los partidos dije tantas groserías que mis vecinos siguen pidiendo un exorcismo para mí, pero a la vez recé tantas veces para que esa pelota de mierda (en realidad era de cuero sintético, no de mierda) se metiera en las redes de mis rivales.

Hice todas las cábalas posibles, miré un partido con un sapo en la boca, otro de cabeza cantando “cumpleaño felí”, encendí 243 velas que era la sumatoria de las edades de los jugadores de la selección, puse los dedos en forma de cuernos y grité “yeta, yeta, yeta” con cada “chutada” de los rivales de turno hacia nuestro arco y hasta me compré un calzoncillo albirrojo para ponérmelo durante los partidos (toooodos los partidos), ups ahora me doy cuenta de que el zumbido que escuchaba no eran el eco de las vuvuselas, sino las moscas que me rondan...

Tuve tres infartos y terminé viendo los penales contra Japón en terapia intensiva del IPS, para luego ir festejar  frente al supermercado coreano más cercano (si, eran coreanos… Era lo más cercano a un japonés que encontré ese día) Te amé y  te odié Tacuara, pero son cosas del destino, subimos un escalón más y superamos la barrera de los octavos… Pero nos quedó ese saborcito amargo de que pudimos llegar más lejos… BIEN LEJOS!!!

Otra vez se cumplió ese extraño presagio, la selección que nos eliminó resultó campeona, ya van tres veces que pasa lo mismo…

Hay algo que no consigo explicarme… Si es que el mundial fue en África, porque demonios no había leones comiéndose a jugadores en las canchas… Hubiese sido parte del atractivo verdad…?

Ahora un vaticinio para el próximo mundial: Paraguay pasara de cuartos de final eliminando a una España agrandada, tendremos una semifinal del Mercosur y seremos campeones!! Esta vez si o si… O sino que se muera el sapo de mi jardín que tanta mala onda se chupó en este Mundial de Sudáfrica!!! He dicho…

Decime…Que hacemos ahora que terminó el mundial…? Dejate algún comentario…